El Real Valladolid es de Primera. Eso ya es un hecho. Y si ha habido un protagonista indiscutible, a la hora de conseguir este hito, ha sido el técnico uruguayo, Paulo Pezzolano, un «general» que supo bregar contra todo y contra todos, para cumplir la promesa que hizo al inicio de temporada.
Como hiciera el cartaginés Aníbal, Pezzolano se echó toda la responsabilidad sobre sus espaldas para tratar de conquistar su particular «Roma», con estrategias que suscitaron polémicas, debates y muchas opiniones negativas, y que nadie entendió, sobre todo, cuando el equipo perdía, algunas veces, de manera contundente.
Él también tuvo una travesía complicada por los «Alpes» de Segunda y, sobre todo, se topó con, no uno, sino varios «Escipiones» a lo largo de la misma, con una afición que reclamó su dimisión, prácticamente desde el inicio del camino, y con otros obstáculos en forma de lesiones, o de continuas críticas.
Supo aprovechar su propia «guerra púnica» en el tramo final de liga, para ir avanzando terreno poco a poco, para recuperar los puntos que se habían quedado sin sumar en otros partidos, y pasar de esperar agazapado a sus enemigos, a combatirles a campo abierto.
Un equipo y un club unidos
Eso sí, sus «elefantes» fueron cambiando a lo largo del recorrido, pero todos ellos aportaron, en mayor o menor medida, su granito de arena, incluido un Álvaro Negredo que marcó el gol ante el Alcorcón, con el que el ejército blanquivioleta seguía dependiendo de sí mismo para poder conquistar el ascenso directo.
En este sentido, el hecho de no repetir alineaciones fue uno de los aspectos que más llamó la atención y que generó más encontronazos con los medios, puesto que no se lograba una continuidad, una regularidad, que hubiera sido el mayor tesoro, en una liga tan disputada y competida.
Pezzolano se había hecho con «Hispania», no sin sufrimiento, pero contaba con el apoyo de sus «soldados» y de la estructura del club, que resultó fundamental para que mantuviera su fe en el trabajo, y transmitiera ese coraje a los que le acompañaban en la batalla.
En su caso, venció a todos los que pusieron en duda su forma de dirigir al equipo, a una formación que no rompió filas, sino que se mantuvo alineada a sus órdenes, sin que apenas surgieran voces discordantes, y esa unión también resultaría determinante en el éxito final.
Está claro que su plan, aunque con algunos duelos perdidos, y su actitud, a veces desafiante, para que las críticas se centraran en su persona y blindara a sus jugadores de las mismas, han obtenido el mejor de los resultados, con un desenlace de infarto.
Sufrimiento hasta el final
Un ejército que había recibido varias estocadas graves durante el enfrentamiento ante el Villarreal B, no solo supo reconstruirse, sino que fue capaz de sacar sus mejores armas para sorprender al enemigo, y alzarse con un triunfo que nadie esperaba, salvo algún visionario suelto.
Los sacrificios a los dioses tuvieron su recompensa, y nunca mejor dicho, porque en la rueda de prensa pospartido, Pezzolano reconocía que había sido un año muy duro, en el que su familia lo había pasado mal, y recordó que sus tres hijos no pudieron ir al estadio para impedir que presenciaran tanto ensañamiento contra su padre.
«Pezzolano», al contrario de lo que sucedió con Aníbal, al que Publio Cornelio Escipión venció en la batalla de Zama, sí pudo lograr su meta: lograr el ansiado ascenso, solo un año después de que él mismo sufriera la peor de las derrotas, con el descenso de categoría.
Dejó «Cartago» como estaba antes de su llegada, sin que apenas se notaran los golpes recibidos para lograrlo. Se puede decir que ha sido ese general terco que siempre creyó en lo que hacía y que demostró su «orgullo uruguayo» y una confianza a prueba de bomba.
Aunque también es cierto que no ha podido hallar ese reconocimiento entre los seguidores, que se mantuvieron en su contra hasta que Sylla marcó, de penalti, el gol que devolvía al Real Valladolid a Primera, y que dejaba herido de muerte a los rivales.
Todo lo que se conquista, requiere un gran esfuerzo, mayor cuanto más ambicioso es lo que se pretende. Y, a pesar de haber sido un estratega difícil de comprender, llegó al final del trayecto con la misma convicción que cuando lo comenzó, con sus principios y sus «mapas» estudiados.
Ahora habrá que ver si continúa afrontando nuevas batallas con el equipo blanquivioleta, o si, por el contrario, opta por cambiar de aires y buscar otros retos, en los que consiga más aliados para tratar de erigirse de nuevo como vencedor, pero con menos padecimiento.
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